Sentada en el colectivo, soy la única que percibe. El olor distinto, los gritos sordos. Solo yo miro, con mi cabeza apoyada en la ventana, al perro desnutrido. Ladra dolor entre pasos apurados y grises que lo esquivan. Cae lluvia invisible. Ensucia las baldosas, la gente apagada. Hay árboles que intentan irrumpir la abulia de la multitud con sus ramas verdes y sus frutos. Tratan de comunicar algo, solo yo los escucho. A mí alrededor, las cabezas inclinadas sobre pantallas que absorben y los dedos acalambrados. Estoy sola. Viva en un mundo muerto.
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